29.3.10

El valor de 30 millones de dólares

“No invertimos dinero para generar más dinero, sino para crear una programación estimulante y una mayor accesibilidad que nos permita ganar mayores audiencias” (Peter Gelb, Director General del MET)

El Metropolitan Opera House recibió hace algunos días la mayor donación comprometida por un particular en toda la historia de la institución (30 millones de dólares). La donante, Ann Ziff, es miembro del directorio del Met desde hace varios años y una reconocida mecenas de las artes musicales en Estados Unidos.

Aún guardando las enormes distancias que separan este hecho de nuestro contexto local es posible rescatar algunos conceptos que hacen que esta donación en particular sea especialmente interesante en el marco de nuestra realidad, en donde el mecenazgo bien entendido aún es una novedad:

1. La donante no ha puesto ningún tipo de limitación a la aplicación del monto donado: En regla general las grandes donaciones tienen un destino prefijado (la construcción de una nueva sala en un museo, una sala de ensayos, el montaje de un espectáculo, etc.) y es norma que el espacio inaugurado lleve el nombre del donante ó de su familia. Al contrario, Ziff ha dicho expresamente que el dinero podría ser utilizado –librándolo al criterio de la dirección general del Met- para ayudar a cubrir sus deficiencias presupuestarias. Si consideramos que el presupuesto operacional anual del Met para 2010 es de alrededor de 300 millones de dólares, una donación equivalente al 10% de ese presupuesto y sin restricciones en cuanto a su utilización es indudablemente una gran apuesta que demuestra la confianza en una institución cultural única.

2. La donante declara que muchas veces los espectáculos llevados a escena en el Met no son de su agrado: Esta confianza es todavía más evidente cuando nos enteramos que según ella, no es importante, como benefactora de la organización, que le guste ó no un espectáculo montado en sus escenarios. Lo importante, agrega, es que la organización se arriesgue a puestas en escena que talvez no atraigan al público tradicional pero que permitan abrir vías de llegada a nuevos públicos. Y declara que “para atraer a los nuevos públicos, debemos probar con cosas nuevas”. Esto puede ser considerado como una simple demostración del poder inspirador de una organización cultural con misión y visión claras.

3. Efecto contagioso: Esta trascendental donación individual ha llevado a que otros miembros del directorio del Met hayan seguido los pasos de su colega, lográndose donaciones por otros 30 millones de dólares.

4. La importancia de seguir apoyando a las organizaciones culturales: Para la donante, es fundamental seguir apoyando a estas organizaciones ya que está convencida de que un recorte presupuestario se iguala a un recorte en el legado cultural que se deja para el futuro. Es más, agrega que es justamente en los momentos de crisis cuando mayor atención se le debe brindar a la misión y a la visión de la organización, para tenerlos presentes y elevar aún más los standards de excelencia deseados.

Más allá de los significativos beneficios fiscales que la Sra. Ziff indudablemente recibirá por esta donación, es gratificante oír estos conceptos, dichos nada más ni nada menos que por una persona que no desea que su propio nombre figure en un cartelito de bronce, y cuanto menos en una marquesina de neón.

21.3.10

cuando un auspicio genera pérdida de identidad

La nota publicada hoy por Pablo Sirvén ("Los sponsors hacen valer fuerte su dinero- Pros y contras de las inversiones en espectáculos") no podría ser más clara sobre la situación ante la cual muchas instituciones teatrales se encuentran al momento de negociar acuerdos por auspicios institucionales con grandes marcas comerciales.

Estas, en su afán por acercar cada vez más valor a sus clientes, socios, accionistas y porqué no, a la comunidad en general, a veces acercan propuestas que en un panorama que combina presupuestos reducidos, alzas permanentes en los valores de producción, merma en la venta de localidades (no por falta de propuestas de interés sino al contrario, por la enorme oferta que lleva al espectador a ser cada vez más selectivo en su decisión de compra) tienen por resultado que grandes instituciones con años de trayectoria se dejen tentar por fabulosos acuerdos comerciales que implican una pérdida -temporaria en la mayoría de los casos- de su identidad marcaria.

El caso del histórico Teatro Opera, que por estos días ha cambiado su marquesina y ya se ha transformado en el Teatro Citi, es un ejemplo más de lo que Sirvén, en su artículo, describe como una oportunidad perdida ("...la asociación entre el nombre tradicional y el actual se habrían potenciado mutuamente"...): Porqué no sumar esfuerzos y tradiciones, en vez de restarle identidad a una institución que es parte de la historia teatral de la ciudad de Buenos Aires?

Debemos preocuparnos, pero a la vez confiar en la pasión y en el respeto que mueve al público teatral: Cuántos espectadores dejarán de llamar al Opera por su nombre e incorporarán su nueva marca?