3.4.10

que esperar de las asociaciones de amigos de organismos culturales

Permanentemente escuchamos hablar de las diferentes asociaciones de amigos y fundaciones que apoyan las actividades de diversas organizaciones culturales. Que están para colaborar con esas instituciones. Que están para ayudar a recaudar fondos en tiempos de aprietos presupuestarios. Que deben ocuparse de generar permanentemente formas de atraer a nuevos donantes. Que deben servir de facilitadores entre empresas y la institución. Etc, etc, etc. Sin embargo, en más de una oportunidad nos encontramos con que administradores/directores de esas mismas instituciones se encuentran con dificultades al momento de utilizar y asignar los recursos generados por esa misma asociación ó fundación, cuya misión no es otra que ésa: colaborar en el sentido más amplio de la palabra con esa institución.

Que es lo que lleva a una persona a participar de una asociación de amigos de este tipo? En líneas generales, quienes se acercan a estas organizaciones lo hacen llevados por un profundo y genuino deseo de que su aporte -sea financiero, sea simplemente el de abrir puertas con contactos importantes para la institución cultural, sea el de servir de portavoz mediático- marque una real diferencia en la vida de la misma, y que ésta pueda cumplir con su misión.

Pero también hay quienes se acercan a las fundaciones por otros motivos, no menos honestos, pero que a veces no se traducen en una verdadera fuente de colaboración: porque los estimula el deseo de pertenecer a una determinada institución, porque buscan algún tipo de reconocimiento más ó menos público en cierto segmento de la sociedad, porque son fanáticos de la dirección artística de la organización... Y finalmente hay quienes se acercan porque han entendido la ecuación exactamente al revés: confían que el pertenecer al museo, al teatro ó a la compañía de ballet les contagiará automáticamente un poco del brillo que de ellos se desprende.

En algunos países del exterior esto ha sido debidamente analizado y soluciones han sido pensadas para evitar la proliferación de quienes entienden que participar de un asociación de amigos es poco más que salir en una foto en las revistas dominicales. Miembros de los directorios de fundaciones y afines deben, en algunos casos rendir una especie de "examen" (al final de cada período se audita su nivel de recaudación de fondos, la cantidad de contactos de importancia acercados, los nuevos socios aportados, etc.). En otros casos, deben realizar un aporte mediante una "donación/cuota de ingreso" y posteriores donaciones anuales, (de valores variados -en general los museos son más "caros" que las organizaciones dedicadas al espectáculo en vivo-). Así, quienes no cumplen con lo previsto son invitados a retirarse, ó si son renovados en sus cargos pierden el derecho al voto.

No todas las personas que se acercan a una fundación pueden realizar aportes dinerarios, pero sí pueden aportar talento, contactos ó servicios necesarios para la institución cultural.

Y no todas las tareas que vienen de la mano con la pertenencia a una fundación tienen glamour. A muchos directores y administradores de organizaciones culturales les gustaría que sus directorios participen de manera más activa en sus actividades, y que generen proyectos e ideas que vayan más allá de las tradicionales cenas de gala.